Procedimientos
Ventilación Mecánica
Cuando el pulmón se altera gravemente y/o la musculatura respiratoria debe ejercer un trabajo que excede su capacidad, es necesario reemplazar sus funciones total o parcialmente.
Los métodos más utilizados para este fin son la ventilación mecánica invasiva (VMI) y la ventilación mecánica no invasiva (VMNI).
La ventilación mecánica invasiva requiere la colocación de un tubo en la tráquea y se utiliza en pacientes con alteraciones graves del intercambio de gases, que se encuentran en shock o aquellos que pierden el control de la vía aérea (incapacidad de deglutir y toser adecuadamente), como ocurre por ejemplo durante los trastornos de conciencia.
La ventilación mecánica no invasiva se administra a través de una máscara facial, por lo tanto, no requiere intubación. Su rendimiento es óptimo cuando el trastorno del intercambio de gases es menos grave y el paciente colabora. Aunque puede ser utilizado en todas las edades, este método es de gran utilidad en personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma y tabaquismo. También se utiliza en pacientes mayores que tienen deterioro importante a nivel orgánico, situación en la que los médicos tratantes junto con la familia acuerdan un manejo proporcional a las condiciones del enfermo.
Con la ventilación mecánica invasiva es recomendable utilizar medicamentos para mejorar la tolerancia al tratamiento. Uno o dos días previos al retiro del tubo traqueal la sedación se retira progresivamente para que el paciente sea capaz de asumir la ventilación espontánea, tosa y controle la deglución.
Monitoreo Hemodinámica
Algunas personas que ingresan a la UCI presentan inestabilidad hemodinámica. Para realizar un diagnóstico preciso de su estado, se realiza un monitoreo hemodinámico, que consiste en introducir catéteres con el fin de diagnosticar el tipo de trastorno circulatorio, tomar exámenes de sangre (gases en sangre) y medir parámetros cardiovasculares para optimizar su tratamiento.
Este procedimiento se realiza de forma continua mientras las condiciones del paciente lo ameriten. Durante este periodo se requiere el uso de cantidades importantes de fluidos intravenosos y medicamentos para restablecer la presión arterial.
Esto se debe efectuar en el menor tiempo posible y es una meta importante durante el proceso de reanimación de los pacientes críticos.
La gran mayoría evoluciona con un proceso inflamatorio difuso que facilita el paso de líquido desde los vasos sanguíneos hacia los tejidos circundantes. Esto se manifestará con edema (hinchazón) generalizado, el cual permanecerá mientras persista la inflamación y puede ser más prolongado cuando se asocia con disfunción renal.
Métodos de Soporte Extracorpóreo de la Función Renal
Los pacientes que ingresan a la UCI pueden desarrollar falla renal aguda. Esto ocurre habitualmente como resultado del impacto orgánico que sufre el paciente producto de la enfermedad que lo descompensó.
Para ello se dispone de diversos procedimientos, como la hemodiálisis (riñón artificial), capaces de suplantar transitoriamente la función renal. Una vez que se resuelve el factor desencadenante, un número importante de enfermos recupera completamente esta función. No obstante, un pequeño grupo puede llegar a requerir diálisis después del alta hospitalaria.
Este riesgo es más alto en pacientes que tenían disfunción renal antes de ingresar a la UCI.
Para administrar hemodiálisis es necesario instalar un catéter venoso para extraer y reinfundir la sangre depurada, proceso que es monitorizado por una enfermera, mientras el médico intensivista o nefrólogo planifica y supervisa el procedimiento.
Monitoreo Cerebral
Muchas veces es necesario monitorizar la presión del encéfalo en pacientes con lesiones cerebrales. Para ello se utiliza un instrumento que se denomina captor de la presión intracerebral con el fin de guiar su tratamiento.
El cerebro se encuentra alojado en una bóveda ósea, por lo tanto, cualquier proceso que ocupe espacio y lo desplace (tumor, hematoma, edema cerebral, etc.) puede tener serias repercusiones y comprometer su vitalidad. Además, el tejido cerebral es altamente sensible a los cambios de presión y contenido de oxígeno arterial, hecho que se acentúa frente a cualquier daño.
Las enfermedades más frecuentes que pueden afectar a este órgano son traumatismo encéfalo craneano (TEC), enfermedad cerebrovascular, convulsiones y tumores. Todas ellas en diverso grado y localización pueden provocar edema cerebral (hinchazón del cerebro) y comprimirlo contra la caja craneal.
En el caso del TEC el edema es difuso, mientras que en tumores o hemorragias dentro del tejido cerebral el edema se desarrolla inicialmente alrededor de las lesiones. En estas condiciones la presión intracerebral puede aumentar hasta comprometer el riego sanguíneo cerebral y, por lo tanto, la oxigenación.
Se han incorporado en estos instrumentos parámetros más finos de monitoreo, como por ejemplo, la temperatura y la cantidad de oxígeno en el tejido cerebral que circunda al captor.