Estaba dibujando, cuando de repente apretó el lápiz y fijo la mirada en un punto lejano. Ahí estuvo suspendido por al menos un minuto hasta que reaccionó, como si hubiera despertado de un profundo y agotador sueño. Así recuerda María Naranjo la primera crisis de epilepsia de su hijo, Miguel Núñez, cuando él tenía solo siete años. Ese día comenzó una historia que se extendería por casi tres décadas y que gracias a la cirugía de epilepsia ya se está cerrando.
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